5 cosas que los hijos jamás olvidan de sus padres
Todos los
padres quieren tener hijos maravillosos. Que de niños sean afables y de adultos
se comporten como gente responsable y útil para la sociedad. Sin embargo, se
pone mucho más empeño en pensar ese mañana que en sembrar sus bases durante el
presente sobre el que caminamos. Algunos padres piensan que cuando sus hijos
son pequeños solo deben obedecer y que de eso se trata la crianza.
El resultado
es que cada vez tenemos más niños inconformes y más adultos infelices. Cuando
no hay criterio para la crianza consistente, lógico y estable aumenta la
probabilidad de que los hijos muestren comportamientos rebeldes y/o herméticos.
Quizás caprichosos, quizás autoritarios y, en todo caso, inestables. No logran
establecer un vínculo afectuoso y estrecho con sus padres, sino que, por el
contrario, viven en una guerra sorda o abierta con ellos.
Una de las
partes más importantes de nuestra vida es la infancia. Es allí donde se
construyen los cimientos de una mente saludable y de un corazón limpio. De este
modo, algunas actitudes de los padres dejan una huella para siempre: a veces
positiva, a veces negativa, pero la mayoría de las veces profunda. Estas son 5 de
esas conductas que los hijos pocas veces.
Los hijos
jamás olvidan el maltrato
Ninguna
relación es perfecta y mucho menos una tan intensa como la de los padres con
sus hijos. Siempre habrá momentos de contradicción o de conflicto y eso es algo
perfectamente normal. Lo que cambia es la manera de sortear esas dificultades
y, lamentablemente, muchos padres asumen, equivocadamente, que el maltrato es
una herramienta para educar.
Puede que
con el maltrato se logre intimidar a un hijo para que haga exactamente lo que
el padre quiere. Pero también esos malos tratos se convertirán en el germen de
la falta de autoestima y en una fuente de rencor. Ponen al niño en una
situación muy compleja: ama y odia al mismo tiempo. También aprende a temer. El
corazón de un niño es muy susceptible, y si se hiere de manera constante con el
tiempo se convertirá en alguien insensible.
El trato que
se le da al otro padre
La relación
entre el padre y la madre es el patrón de que parte el niño para forjar una
actitud frente a las relaciones de pareja. Es muy probable que, consciente o
inconscientemente, de adulto repita con su pareja lo que vio en casa entre sus
padres. Antes probablemnte lo repita con las personas que quiere.
Piensa que
los conflictos entre los padres generan angustia en el hijo. Una de las
posibles consecuencias será que se meterá en problemas solamente para atraer la
atención de unos padres, quienes no le atienden porque están centrados en el conflicto que mantienen. Además,
disfrutará o no de las relaciones afectivas en base a esos patrones aprendidos.
Los momentos
en que se sintieron protegidos
Los miedos
de los niños son más grandes e insidiosos que los de los adultos. Los pequeños
no logran distinguir bien la frontera entre realidad y la imaginación. Los
padres son las personas en las que más confian para obtener la sensación de
seguridad que necesitan para aprender y explorar lo desconocido. Así, si son
los padres los que causan este miedo van a sentirse totalmente desprotegidos.
Los padres
deben escuchar con atención esos temores, sin criticarlos, ni minimizarlos.
Deben hacerles entender que no se encuentran en peligro. Esto incrementará el
sentimiento de seguridad de los hijos y hará mucho más fuerte el vínculo de
amor y de respeto con los padres.
La falta de
atención
Para un
niño, el amor que le profesan sus padres está intimamente relacionado con la
atención que reciben de ellos. Para los hijos no existen expresiones de afecto
tales como trabajar más de la cuenta para poder pagarle un colegio caro. Ellos
no creerán que tú los amas si no compartes tiempo con ellos para conocerlos y
estar al tanto de su mundo.
Los hijos
nunca olvidan que el padre o la madre les regalaron una camisa verde, cuando
habían dicho hasta la saciedad que quería una morada o que prometió algo que
jamás cumplió. Lo experimentan como una suerte de abandono, como un mensaje que
dice: “no eres suficientemente importante”. Por eso quedará una huella de dolor
en sus corazones.
La
valoración de la familia
Los hijos
van a recordar siempre que su padre o su madre fueron capaces de poner como
prioridad a la familia en distintas circunstancias. Los niños necesitan y
disfruta de las celebraciones, no importa si es con más o menos regalos.
También para ellos es muy importante que el padre y la madre tomen en serio la
Navidad.
Si los
padres ponen a la familia por encima de todo, el hijo aprenderá el valor de la
lealtad y del afecto. De adulto, también será capaz de dejar de lado otros
compromisos para ir a ver a sus padres cuando ellos lo necesiten. Se sentirá
compensado y tendrá mayor capacidad para dar y recibir afecto.
Todas esas
huellas que se imprimen durante la infancia nos acompañan durante el resto de
nuestra vida. Muchas veces representan la diferencia entre tener una vida
saludable mentalmente y una vida plagada de conflictos. Una crianza impregnada
de amor y cariño es el mejor regalo que puede hacerle un ser humano a otro.